NI RICOS NI FAMOSOS

 * por Mercedes Galera 

La pregunta es quién va a reclamar

Déjame que rechace tu proyecto

no se me da bien la plenitud



En el top ten de los asuntos que los expertos identifican como amenazas para el futuro las alarmas se disparan por la creciente desigualdad social y el desastre climático. También está la crisis de calidad de vida, la erosión de la cohesión social, las pandemias y las deudas impositivas. Todos datos pesados vuelven denso el pensamiento y cuando pienso en los asuntos que me inquietan en mi vida personal los temas suelen ser los mismos, me inquieta mi profesión, mi futuro económico y me cuesta imaginar el lugar que ocuparemos en el mundo.

Todas estas amenazas que no son nuevas y siempre estuvieron ahí, son hijas de la concentración de riquezas y se perpetúan en la constante búsqueda del capital, que persiste a cualquier cambio cultural y social. El tiempo, el espacio y la historia comenzaron a desdibujarse en las dinámicas del presente, y sin ellos caemos en trampas cada vez más profundas, como las de los nuevos políticos con viejas ideas que avalan muchos jóvenes que poco han mirado hacia atrás.


Lo más jodido es que asimilamos la desigualdad como un hecho inevitable y no como una decisión política. El mundo en el que vivimos hoy cuenta con tantos datos y cifras sobre el estado de las cosas que pasan desapercibidos, pero para darse cuenta de que muchos tienen muy poco y muy pocos tienen mucho sólo basta salir a la calle o pensar en para quién trabajás. Y todo cargado con la perversidad de que quienes tienen y consumen más, son quienes viven en entornos más saludables y quienes menos sufren las consecuencias de la contaminación ambiental. Parece entonces que la desigualdad es el problema que nos enseñaban en el colegio para aprender matemáticas, las manzanas que Juancito tiene para repartir o la torta que tiene para comer, pero lo que nunca se nos planteó en el colegio es cómo resolver el problema si Juancito no quiere repartir nada.

Al evitar reconocer que la desigualdad es una decisión política terminamos impidiendo las posibles salidas a tanta injusticia distributiva, como una reforma impositiva o una insistencia social por reinvertir mucho del dinero que está mal repartido en tecnología, ciencia y salud para el sector más excluido. Quienes formamos parte del 99% conocemos casi todas las trampas del sistema en el que estamos, trabajamos casi toda nuestra vida y pocas veces en algo que nos guste, compramos objetos y comida a precios irreales y aun así seguimos buscando lo mismo.

Todo se profundiza porque en este fervor por desear tener aprendimos a vivir la vida de forma cuantitativa: quienes tienen dinero tienen vía libre para instalar opiniones desde su pequeña perspectiva, jugadores de fútbol millonarios que dicen en los medios de comunicación que no se deberían cobrar impuestos o que la argentina debería dolarizarse. No hay pasado, porque nombran cosas que ya se hicieron y que salieron muy mal, no hay tiempo, porque no importa lo que pasó ni lo que pueda pasar, y tampoco hay espacio, porque se pierde de vista por completo el contexto. El discurso anti impositivo es muy grande y lo instala principalmente el sector que más impuestos debería pagar porque más dinero factura, y lo replica un sector de la sociedad al que le cuesta llegar a fin de mes y que se siente ahogado por las cuentas que debe pagar. Dos situaciones completamente diferentes replicando una misma idea.

¿Pero por qué razón la sociedad admira y respeta a la gente que pertenece a ese pequeñísimo porcentaje que tiene todo y cada vez más?

Quizás sea más fácil hacer memes sobre que Elon Musk compró twitter, o que le puso un nombre raro a su hija, o que se casó y se divorció con una artista que pedía por la redistribución de riquezas, también por twitter, mientras se casaba con el hombre más millonario del mundo. Nadie quiere ser pobre y eso está claro, pero evidentemente el pensamiento de que todos y cada uno de nosotros no queremos que exista la desigualdad y no creemos en la meritocracia no está teniendo una conexión con la realidad.

No creo que estemos cerca de desarmar la falta de conciencia de clase sobre la que se edifica nuestra sociedad, la admiración a la riqueza es proporcional a nuestro miedo por ser pobres, pero sí tenemos la posibilidad de repensar nuestro sistema distributivo, de exigir que quienes más tienen paguen tasas impositivas más altas, de no permitir que este nuevo aparato mediático aceitado, totalmente íntimo, que nos bombardea a discursos de manera casual nos diga que los ricos son víctimas porque hay una masa trabajadora que los sostiene viviendo con poco y nada.


*imágenes x pr0testa, Martin Difeo, Archivo General de la Nación


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