VOLVERNOS CAOS

* por Mercedes Galera

En la radio dijeron que para narrar a la Argentina y su historia es menester novelarla, volverla relato para poder conquistar el presente. Es que la trama de un país como el nuestro se presenta convulsionada, muchas veces tergiversada y siempre fragmentada, difícil de interpretar. Sería deshonesto decir que el caos no tiene nada que ver con la historia argentina: en él existe la vitalidad de nuestros vínculos y la fuerza social de nuestros relatos que nos proponen que asumir el desorden, lejos de ser una locura, es una ética ante el presente que nos toca vivir.




¿Pero de qué manera se puede asumir lo abstracto?

Del otro lado del caos, en el imaginario social, están el orden y la autoridad. Aquellas ideas que tanto sirvieron en los procesos dictatoriales de la región como propuesta de una sociedad sana, se siguen utilizando como estado de deseo en un presente donde el único orden posible es garantizado a través de la desigualdad social. Entonces, nos encontramos ante un supuesto orden de las sociedades actuales que, sumado a la afinada capacidad de predicción, nos promete tener una sociedad ideal, con aquel mercado que se regula solo, aquella justicia que es implacable e incorruptible y por sobre todas las cosas, con una democracia perfecta.

Sin embargo, lejos estamos de ese escenario. Un ejemplo muy claro es la coyuntura política de las últimas semanas con la situación judicial que enfrenta Cristina Fernández de Kirchner, en una causa irregular que fogoneada por el aparato mediático despertó un sentimiento popular que hace rato estaba calmado. Se produjeron manifestaciones en todo el país a favor de Cristina y la puerta de su casa se convirtió en el foco de la televisión, una insólita cobertura que tuvo pico de rating en todos los noticieros.

Ante estos hechos, los diarios con mayor tirada de la Argentina mencionaron la palabra caos casi tanto como el nombre Cristina: “El caos de anoche es una muestra de lo que podría venir” (La Nación) o 'Cristina se victimiza para promover el caos” (Mauricio Macri en Clarín), y casi todas las expresiones de los políticos y medios opositores recayeron en la misma idea.

La reacción espontánea de una gran parte de la sociedad, que en movilización permanente y quizás sin pretenderlo, puso en jaque la dañina apariencia que muchos personajes públicos construyen en los diversos espacios de expresión; declaraciones tajantes como lo determinará la justicia abundan en la opinión pública y maquillan de perfecta funcionalidad el estado de las cosas y sus instituciones, de una manera poco tiene que ver con el escenario real.

Probablemente los sectores más conservadores y antiperonistas de nuestro país , asesorados por consultoras, no pudieron predecir que a pesar del cansancio generalizado que atraviesa la sociedad y con un frente político desgastado, una multitud iba a sentirse convocada a salir a las calles, de forma espontánea, a defender a la vicepresidenta y las ideas democráticas que ella representa. En su apuesta por despertar un inconsciente colectivo que le teme a las crisis y al estallido social, lograron despertar otra evocación colectiva, vinculada a la unidad popular en el espacio público, a la defensa de aquello que el pueblo ve amenazado por sobre el intenso malestar social.

Resulta cínico que en un presente totalmente caótico a nivel mundial continuemos repitiendo la fórmula del orden, pareciera que nos falta comprender que hay algo potenciador en el caos, que evoca al desorden y la confusión pero también a lo impredecible.



Este mecanismo que utiliza al caos como amenaza no es exclusivo de la Argentina. Un ejemplo cada vez más duro es la injusticia humanitaria que persiste y se profundiza en las fronteras de Europa, en las que en nombre del orden y la ley se perpetúan discursos racistas: las personas que escapan de las guerras de Medio Oriente y África no reciben el mismo estatus que aquellas personas que escapan de guerras como la de Rusia-Ucrania, mientras que unas son perseguidas y muchas veces asesinadas, otras son recibidas e integradas en planes de acogida estatales.

La palabra que se repite en medios y autoridades cuando suceden hechos como la reciente masacre de Melilla - en la que una veintena de migrantes fueron asesinados a golpes al intentar cruzar la frontera de Marruecos con España - es, otra vez, caos. Muchos medios titularon este hecho como un “caos migratorio”, poniendo el eje del desorden social en las personas migrantes y no en las autoridades. Poniendo el eje en la idea de que el mundo actual funciona ordenadamente y que estos hechos son una amenaza para ese orden.

Quizás entendiendo las tensiones de su territorio e intentando desentramar la historia de nuestro país fue que el artista Felipe Noé abordó la idea de caos para decir que temer al caos es temer a ser desbordados en nuestra cosmovisión. Asumir nuestra historia y nuestro presente sin negar el caos, es entonces una forma de buscar alternativas, otras perspectivas que se animen a asumir que lo conocido no es eterno, que lo que es puede cambiar.

*imágenes x Santi Goicoechea

Comentarios

  1. Son épocas hijita de mirar hacia afuera siempre para no quedarnoa atrincherados en nuestra comodidad pero imprescindible también mirar hacia adentro para ver qué puedo hacer y desde dónde...Repensarnos como humanos y hacia donde vamos actuando siempre desde veredas opuestas, tan dañinas, tan malvadas, tan perversas nos lleva a destruír y quiero hasta el último día de mi vida construír, proyectar sin matar a nadie..
    ..."En el medio del odio me pareció que había dentro de mí un amor invencible.
    El medio de las lágrimas me pareció que había dentro de mí una sonrisa invencible.
    En medio del caos me pareció que había dentro de mí una calma invencible.
    Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había dentro de mí un verano invencible. Y eso me hace feliz.
    Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta.
    Albert Camus
    Te amo y me enorgulleces💞💞💞

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