LA MALA HIERBA NUNCA MUERE


SOBERANIA ALIMENTARIA 


* por Mercedes Galera 



Una misma planta puede ser para alguien un yuyo que arranca de su jardín y para otra persona un alimento o una medicina que forma parte de su cotidiano y de aquellos usos heredados por prácticas familiares. ¿Qué hace que una persona vea un deshecho donde otra encuentra salud? ¿Qué hace que nuestra percepción de la naturaleza sea tan vaga, tan dispersa? En cada uso diverso del entorno que habitamos hay una enseñanza adquirida que reproducimos muchas veces sin tomar una decisión, si yo no sé que el yuyo de mi patio es un alimento probablemente termine arrancándolo, no por desprecio sino por ignorancia. 



Este tipo de desconocimiento no es para nada casual y responde a las lógicas del modelo productivo actual, que día a día demuestra ser totalmente nocivo para nuestros cuerpos y para el mundo que habitamos. Reconocer estas dificultades puede ser angustiante, pero es aquí cuando la información se deja ver como una gema que puede ayudarnos a recuperar y aprehender los saberes comunitarios de nuestra propia historia. Imaginemos qué sería de nuestro presente si llevásemos adelante la recuperación de diversos modos de ser y hacer de las comunidades locales, si divulgáramos aquellos saberes que han sido adquiridos en mediación e interacción con nuestro entorno natural y que están en nuestra propia historia común. 

La etnobotánica María Lelia Pochettino explica que vemos ese conocimiento en distintas actividades: es la base de las prácticas agrícolas, en la preparación de alimentos, en la atención de la salud, pero también del manejo y conservación del ambiente”. Investigadora principal del Conicet y responsable del Laboratorio de Etnobotánica y Botánica aplicada de la facultad de ciencias naturales y museo de la Universidad Nacional de La Plata, Leila nos ayudó a ampliar nuestra visión al momento de pensar el sistema productivo actual.

Con el foco puesto en la circulación del conocimiento, nos proponemos el reto de imaginar futuros alternativos al individualista fin del mundo, aprendiendo aquello que quizás, ya sabíamos.




La fortaleza de los yuyos: saber ser local


******La etnobotánica es la ciencia que estudia aquellos conocimientos comunitarios vinculados de manera directa con su territorio ya que resulta de las acciones adaptativas que cada comunidad hace de los recursos que la rodean y de cómo van transmitiéndolo de generación en generación. Además de alternativas, aldededor de este tipo de conocimiento se generan problemas que repiten las mismas problemáticas que atraviesa el uso de la tierra: el abuso de la propiedad privada y el asalto al acervo cultural común de nuestras comunidades.******



¿Qué importancia tiene la etnobotánica al momento de pensar en un modelo de productividad sostenible?


Yo diría que la importancia es la de los saberes locales. Las comunidades se relacionan con el ambiente de acuerdo a su percepción. Se perciben las características del ambiente y los cambios ambientales a corto plazo, y se evalúan localmente los resultados de las actividades de los propios actores sociales. Es decir que esa percepción se traducirá en las prácticas, conocimientos y valores sobre el entorno puestos en juego por las comunidades locales, desarrollando modos de vida de subsistencia a pequeña escala (en un territorio en particular), diversificados (apuntando a distintos recursos y modos de obtención/protección), basados en un cúmulo de habilidades especializadas (resultado de la acción y tradición comunitaria). Entonces, estas múltiples habilidades de subsistencia permiten una producción sostenible en el tiempo y la diversificación proporciona un amortiguador frente a la variabilidad y a la incertidumbre del cambio ambiental. La etnobotánica recupera estos saberes y los difunde.


La idea de saberes comunitarios me hace pensar en el conocimiento que debe ser abierto y accesible para todes, como el que genera la Universidad Pública. ¿Qué implica para un conocimiento comunitario ser estudiado y publicado, por ejemplo, en un repositorio digital?


Esta problemática afecta directamente a quienes hacemos etnobotánica porque muchas veces los registros y publicaciones etnobotánicas han sido empleadas por el sector privado para identificar y seleccionar plantas con principios activos de interés para la industria farmacéutica, entre otras. Por lo tanto surge la disyuntiva para las y los etnobotánicas/os entre la obtención, registro y publicación de información con miras al crecimiento del conocimiento científico sobre las sociedades humanas y el temor de su empleo por sectores privados para su lucro individual. 

Así nos encontramos entonces enfrentados a la problemática de qué tipo de investigación implementar y cómo difundir sus resultados. En los últimos años se ha instalado como requisito prácticamente indispensable la obtención del consentimiento previamente informado. Este principio reconoce que el consentimiento previo de todas las personas y comunidades debe ser obtenido antes que cualquier investigación sea realizada. Los indígenas, sociedades tradicionales y comunidades locales tienen el derecho de vetar cualquier programa, proyecto, o estudio que los afecte. 


¿De qué se trata el previo consentimiento?


El dar el previo consentimiento asume que todas las comunidades potencialmente afectadas darán completa información recordando el propósito y la naturaleza de las actividades de investigación y los resultados probables, incluyendo todos los beneficios razonablemente previsibles y el riesgo de daño (tangible o intangible) para las comunidades afectadas. En tanto que este principio asegura la toma de decisiones de la comunidad con respecto a las potenciales aplicaciones de sus saberes, los trabajos etnobotánicos sostienen el principio de derechos de propiedad para las comunidades locales. Este principio reconoce que los pueblos originarios, sociedades tradicionales y comunidades locales tienen de antemano, derechos de propiedad y beneficios sobre el aire, tierra y formas de agua, y los recursos naturales dentro de estas, que estas personas han habitado, usado o manejado tradicionalmente, unido con todos los conocimientos y mismos. Resumiendo si se considera que en las publicaciones se deben presentar datos originales, se estaría dejando por sentado que son esas comunidades las verdaderas propietarias de tales conocimientos y sus eventuales derivaciones, en tanto que la/el etnobotánica/o se constituiría en vocera/o de esas poblaciones, si es que las mismas desean que sus voces sean escuchadas más allá de donde ellas mismas pueden llevarlas.



Cuando existe la posibilidad de patentar vida como si fuese un bien material, como lo hace Monsanto por ejemplo, patentando semillas. ¿Qué consecuencias directas trae para aquellas comunidades que trabajan con la tierra y, en un espectro más amplio, a la sociedad que no está directamente vinculada con eso?


Aquí hay varias cuestiones que tratar. Primero, en la mayoría de las legislaciones no se pueden patentar especies vivas, pero la manera de transgredir esa norma es el “desarrollo tecnológico”, es decir se le realizan modificaciones genéticas, se obtiene algo diferente a lo existente en la naturaleza y esa “invención” es la que se patenta e implica un sobreprecio sobre las semillas para financiar esas investigaciones. Ahora bien, ese “desarrollo tecnológico” es el mismo que hicieron las comunidades locales a lo largo de milenios. El trigo que usamos para hacer pan (que existe desde hace 6000 años) es resultado de la hibridación de varias especies en por lo menos dos pasos en un período de 5000 años. Ese conocimiento es aprovechado por las empresas pero desconocido por las legislaciones. Entonces las consecuencias para las comunidades son de doble naturaleza: por una parte ven como organismos privados obtienen ganancias considerables a partir de sus conocimientos, sin compartir esas ganancias. Pero muchas veces además se prohibe la circulación de otro tipo de semillas (las que se guardan o se intercambian) y eso atenta contra el derecho milenario de selección y atenta contra lo que la semilla encierra de simbólico, en tanto sinónimo de futura generación, de nueva vida. 


Y cuando un alimento se vuelve popular como la quinoa o la palta y comienza a comercializarse de una forma muy globalizada, ¿qué tipo de consecuencias hay para el territorio que consume históricamente ese alimento?


La verdad es que no encuentro una respuesta única, más bien creo que habría que analizar cada situación en particular. Por ejemplo en los 80 cuando empecé a viajar a Jujuy porque estaba haciendo mi tesis, había sólo una familia en una pequeña localidad llamada Bárcena que cultivaba el yacón. Hoy en día, gracias a su popularización, hay una cooperativa y su cultivo se difundió a localidades vecinas. Este ejemplo nos dice que el aumento del consumo a escala regional o incluso global potenció la producción local y mantenimiento de la diversidad hortícola. Otros casos, como el de la palta, no son tan auspiciosos. La producción de la palta a gran escala comercial se hace en distintos países, como México (de donde es originaria), Chile, el sur de España, países asiáticos. Este cultivo, que en primera instancia resulta una oportunidad económica, termina compitiendo con otros cultivos, incluso con otras actividades, por el gran requerimiento de agua que tiene. Por otra parte, hay que decir que cuando un alimento se instala como producto comercializado globalmente su precio aumenta, incluso para las comunidades que lo consumían tradicionalmente. Ese es el caso de la quinoa, que en el Noroeste de Argentina es tan caro como aquí y no puede competir con otros productos más baratos usados en la alimentación cotidiana.



En los últimos años la demanda por cambiar la manera en la que vivimos ahora, destruyendo la tierra, está siendo cada vez más fuerte y urgente. ¿Creés que es posible revertir la manera que tenemos de vincularnos con la naturaleza?


Espero que lleguemos a tiempo… En realidad creo que los problemas ambientales se instalaron fuertemente en la agenda mundial y que ya nadie hace la vista gorda, aunque las soluciones no siempre son satisfactorias ni inmediatas. Daría como ejemplo el caso de los biocombustibles. En un primer momento, como alternativa a los combustibles fósiles, su inexorable extinción y la contaminación que producen, se recurrió a biocombustibles obtenidos de cultivos conocidos (soja, maíz, caña de azúcar). Por ello pasaron a competir con la producción de alimentos, encareciéndolos. Al advertir esto, se comenzaron a buscar plantas no alimenticias, como la Jatropha, pero también ocupan terrenos cultivables, disminuyendo el área de producción de alimentos. Por ello, la búsqueda se centró entonces en la producción de combustibles a partir del cultivo de algas en condiciones de stress controlado. Esta historia de las investigaciones todavía no resultó en el reemplazo del biodiesel de soja o del bioetanol de caña o de maíz, pero es promisorio el hecho de que se adviertan problemas y se busquen soluciones. Los saberes locales y distinto tipo de investigaciones dan respuesta a numerosas cuestiones ambientales. Sería deseable (aunque no es seguro) que los tomadores de decisiones estuvieran dispuestos a escucharlas.




* Las imágenes son fotografías de pinturas hechas por Yamila Magof <3

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